En Arqueología Mexicana hemos publicado otros facsímiles de códices prehispánicos mixtecos. Consulta aquí cuáles son.
Manuel A. Hermann Lejarazu
Doctor en estudios mesoamericanos por la UNAM. Investigador en el Centro de Estudios Superiores de Antropología del Norte, D.F. Se especializa en el análisis de códices y documentos de la Mixteca, así como en la historia prehispánica y colonial de la región. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores.
Manuel A. Hermann Lejarazu
El Códice de Viena o Codex Vindobonensis Mexicanus I forma parte del único grupo de manuscritos históricos y genealógicos que sobrevivió a la conquista española. La gran mayoría de documentos pictográficos que tratan sobre el origen de un pueblo, la historia de un grupo determinado o el surgimiento de un linaje gobernante fueron elaborados décadas después de que se consolidó el dominio colonial español. No obstante, existen códices prehispánicos que manejan temas religiosos, calendáricos, rituales y adivinatorios.
Sabemos que los especialistas modernos han clasificado a los códices por sus contenidos temáticos, por su probable lugar de origen o por los materiales y técnicas que se emplearon para su elaboración. Se conocen alrededor de 13 documentos en los que no existen dudas de que su manufactura fue realizada antes de la llegada de los europeos. Estas pictografías son: los tres códices del área maya (conocidos bajo los nombres de las ciudades que los albergan: París, Madrid y Dresde); cinco biombos en piel de venado que se han reunido bajo la denominación de Grupo Borgia: Borgia, Vaticano B, Laud, Fejérváry-Mayer y Cospi (cuyo lugar o lugares de elaboración aún sigue siendo materia de debate entre los investigadores de hoy); y cinco manuscritos de origen mixteco: Nuttall, Vindobonensis, Colombino, Becker I y Bodley, realizados también en piel de venado y procedentes de la parte occidental del estado de Oaxaca, en las regiones conocidas como Mixteca Alta y Mixteca de la Costa.
Los códices mixtecos se caracterizan por sus detalladas narraciones históricas en que los linajes gobernantes y sus extensas genealogías forman la parte medular de los contenidos pictográficos. No obstante, también en estos documentos mixtecos se encuentran relatos de vidas ejemplares de los más notables guerreros, reyes y sacerdotes que vivieron entre los siglos X y XVI d.C. Tal es el caso, por ejemplo, del afamado conquistador y soberano 8 Venado, Garra de Jaguar, cuyas hazañas e increíbles viajes quedaron registrados en los códices Nuttall, Colombino-Becker I, Bodley y Selden. Pero el Códice Vindobonensis, o Códice de Viena, es una pictografía aparte, que puede equipararse a los textos coloniales nahuas y mayas que relatan el origen del mundo y el nacimiento de los primeros hombres, como el Popol Vuh, La leyenda de los soles o La historia de los mexicanos por sus pinturas.
Se ha pensado, durante mucho tiempo, que el códice llegó a manos españolas durante los primeros contactos que tuvo Hernán Cortés con algunos grupos de la Mixteca. No obstante, también han surgido nuevas ideas de que el Códice Vindobonensis pudo llegar a Europa como un obsequio del dominico fray Domingo de Betanzos al papa Clemente VII. Pero como quiera que haya sido, el manuscrito ya se encontraba en países europeos desde, al menos, mediados del siglo XVI.
Hoy en día, la historia del códice ya se encuentra, grosso modo, bien reconstruida a partir del siglo XVII, época en la que entró a formar parte de la Biblioteca Imperial de Viena, tras ser regalado al emperador Leopoldo I de Habsburgo. Desde ese entonces, el códice ha permanecido en las colecciones de este rico acervo mundial. Sin embargo, durante siglos, no habían existido realmente estudios sobre este manuscrito hasta que, a finales del siglo XIX, Eduard Seler comienza con sus novedosos análisis de los códices adivinatorios del Grupo Borgia.
Si bien durante la primera mitad del siglo XX el Códice Vindobonensis había sido considerado un documento religioso, adivinatorio o ritual, nunca se llegó a identificar como parte de la cultura mixteca, debido a que por mucho tiempo se había pensado que el códice pertenecía a la tradición religiosa e iconográfica del Centro de México. No fue sino hasta la valiosa publicación de Alfonso Caso sobre el Mapa de Teozacoalco, en 1949, cuando por fin se logró identificar la procedencia de estas pictografías como mixtecas. La aportación de Caso fue trascendental para la historia de la Mixteca, pues a raíz del descubrimiento de la tumba 7 de Monte Albán y sus primeros desciframientos de los códices y de los sistemas de escritura, se inauguró una nueva disciplina para el estudio de esta región.
Caso (1949, 1950, 1977) fue el primer especialista en darse cuenta de que el Códice Vindobonensis no podía interpretarse como un manuscrito adivinatorio del tipo Borgia o Laud, sino que en realidad contenía un relato muy antiguo sobre el origen del mundo y las deidades. El notable arqueólogo llama a la página 52 del Códice de Viena como "Prólogo en el cielo" y compara su lectura con la narración inicial del Popol Vuh en términos sagrados y mitológicos. De esta manera, el Códice de Viena constituye el documento más antiguo del Posclásico mesoamericano donde se registra el punto de vista indígena sobre el origen de su propio mundo, la historia de los dioses y de los humanos, todo ello sin ningún tipo de intervención europea, a diferencia de lo ocurrido en el Centro de México y en la zona maya, donde el empleo de textos alfabéticos se generalizó ya a mediados del siglo XVI.
Por lo tanto, el Vindobonensis encierra un relato mítico prehispánico que abarca desde la aparición de los dioses creadores hasta el ordenamiento del mundo tras la fundación de numerosos lugares en la geografía sagrada de la Mixteca. En esta extensa narrativa, se registra el origen del calendario, de los primeros rituales, los primeros señoríos, el árbol primordial del que nacen los hombres y sacerdotes e, incluso, se plasma el nacimiento del dios 9 Viento, quien, a su vez, dará origen a los primeros asentamientos y se encargará de darle al mundo su ordenamiento definitivo.
Conocido por su clasificación en latín como Codex Vindobonensis Mexicanus 1, el manuscrito se encuentra actualmente resguardado en la Biblioteca Nacional de Austria, en Viena. Al parecer, desde etapas muy tempranas del contacto entre la antigua Mesoamérica y Europa, el códice ya se encontraba en manos de altos funcionarios de la corona española, pero en realidad se desconoce cómo llegó al viejo continente.
Al reverso de la lámina 2 de nuestro manuscrito existe un pequeño texto escrito en latín que causó no pocos dolores de cabeza a varios investigadores. El autor de dicho texto fue el humanista alemán Johann Albrecht Widmanstetter (Jansen, 1998a, p. 37), en el que asevera que el códice había sido obsequiado por el rey Manuel I de Portugal al papa Clemente VII. Éste, al morir, lo heredó al cardenal Hipólito de Médicis para que, posteriormente, quedara en manos del cardenal de Capua, Nicolaus von Schömberg.
No obstante, como atinadamente John Eric S. Thompson ha señalado (1988, p. 14, n. 1), el autor del texto en latín no sabía a ciencia cierta de dónde provenía el códice, pues el rey Manuel de Portugal falleció a finales de 1521 y muy difícilmente pudo haber recibido el manuscrito de manos de los enviados de Hernán Cortés, quienes llevaban la segunda carta de relación para entregarla directamente al rey Carlos V. No fue sino hasta mediados de 1522 cuando el rey de España se entrevistó con los emisarios de Cortés y, quizá, pudo recibir el documento mixteco, pero no es nada seguro. La segunda carta de relación está fechada el 30 de octubre de 1520, y ya para ese tiempo Cortés había tenido contactos con la Mixteca. Por otro lado, tampoco hay claras evidencias de que el Códice Vindobonensis realmente haya sido uno de los enviados por Cortés en su primera relación o Carta de la Justicia y Regimiento de Veracruz (fechada en 1519), pues para ese entonces los conquistadores únicamente habían recorrido la península de Yucatán y la costa del Golfo.
Recientemente, Domenici y Laurencich (2014) han analizado con detalle un revelador pasaje escrito por el dominico Leandro Alberti en su obra Historia de Bolonia (1548). En el texto se destaca una interesante crónica sobre el encuentro de un fraile dominico con el papa Clemente VII (quien había asistido a una reunión en la ciudad de Bolonia en 1533 para entrevistarse con Carlos V), en el que le obsequió una serie de objetos traídos de las "Nuevas Indias", como colchas de plumas de ave, máscaras de turquesa, cuchillos hechos de piedra amarilla y "algunos libros muy bien pintados que parecían figuras jeroglíficas".
Domenici y Laurencich (2014, p. 172) identifican acertadamente al fraile mencionado como Domingo de Betanzos, fundador de la orden dominica en Nueva España, grupo religioso que tuvo la tarea de evangelizar las regiones del sureste del valle de México, así como la mayoría de las comunidades de Puebla, Oaxaca y Guatemala.
Si bien los "libros pintados" que llevó consigo a Bolonia Domingo de Betanzos pudieran ser, tal vez, el Códice Cospi o el Vaticano B, también se abre la posibilidad de que el Códice Vindobonensis estuviera en manos de Betanzos al momento de encontrarse con Clemente VII (Domenici y Laurencich, 2014, p. 197). Ya con anterioridad (Hermann, 2009, p. 16), habíamos expresado la posibilidad de que el códice estuviese en manos de hombres religiosos, pues el cardenal Adriano Florencio de Utrecht (maestro de Carlos V y elegido papa en enero de 1522 con el nombre de Adriano VI) fue quien recibió, primero, a los enviados de Cortés, mientras actuaba como regente de España durante las ausencias del rey. De esta manera, es probable que el códice lo obtuviera Adriano VI y lo llevara consigo en su viaje a Roma para tomar posesión del pontificado. Sólo así se explicaría el hecho de que el manuscrito cayera en posesión del papa Clemente VII (sucesor de Adriano VI), sobre todo si consideramos que las relaciones políticas entre Carlos V y Clemente VII fueron siempre muy conflictivas.
La historia del códice puede seguirse, en parte, con la glosa escrita al reverso de la lámina 2 por Widmanstetter: en 1534, Clemente VII le hereda el manuscrito a su sobrino Hipólito de Médicis, pero éste no pudo disfrutarlo completamente, pues murió envenenado al año siguiente. Un poco antes de morir Clemente VII, el cardenal de Capua ofreció dos mil monedas de oro para la protección del joven Hipólito a cambio de recibir el códice. En 1535, dicho cardenal recibió su "herencia" de manos del ejecutor del testamento de Hipólito, tras su fatal envenenamiento. Sin embargo, el propio cardenal murió en 1537 y toda su colección de manuscritos quedó en manos de su secretario, el humanista Widmanstetter, autor del texto en latín.
La historia se reconstruye ya con otros autores como Lehmann y Smital (1929), Adelhofer (1974), Jansen (1982) y Anders et al. (1992a). Widmanstetter regresó a Alemania llevando consigo el códice y su importante biblioteca, y se convirtió después en consejero de varios políticos en Baviera, hasta su muerte en 1557. Al año siguiente, la biblioteca fue comprada por el duque Alberto V de Baviera, por lo que el códice permaneció en la corte de Múnich durante los ducados de Guillermo V, el Piadoso (hijo de Alberto), y de Maximiliano I, el Grande (hijo de Guillermo), quien fue investido con la dignidad electoral del Sacro Imperio Romano Germánico en 1623 (conjunto de territorios que englobaba Europa central, desde la actual Alemania hasta el norte de Italia e incluía los Países Bajos, la República Checa y el oeste de Polonia).
Maximiliano encabezaba la Liga Católica alemana y obtuvo un importante triunfo en 1623 al derrotar a las fuerzas protestantes al inicio de la Guerra de los Treinta Años (conflicto desarrollado entre 1618 y 1648 que enfrentó a la Europa católica y a la protestante). Sin embargo, años después, un poderoso ejército sueco dirigido por el rey Gustavo Adolfo llegó hasta Baviera y tomó la ciudad de Múnich en 1632. Las fuerzas de ocupación saquearon la ciudad, incluyendo el gabinete de arte del propio duque Maximiliano, por lo que sus tesoros bibliográficos, entre ellos el códice, cayeron en manos de Guillermo IV, duque de Sajonia-Weimar, príncipe protestante y aliado de los suecos.
Hacia 1650, el filólogo alemán Job Ludolf tuvo acceso al manuscrito mixteco en Weimar y realizó una copia de la parte inferior de la lámina XII del lado reverso. El danés Olaus Worm publicó la copia obsequiada por Ludolf en 1655, cuyo dibujo se encuentra actualmente en la Biblioteca Real de Copenhague, Dinamarca (Bittman Simons, 1963, pp. 168-172).
El códice permaneció en el gabinete de los duques de Sajonia durante dos décadas más, hasta que el heredero de Guillermo, Juan Jorge I, duque de Sajonia-Eisenach, lo obsequió en 1677 al emperador Leopoldo I de Habsburgo, a través de su embajador Johann Jacob Schmidt. Leopoldo I, quien había subido al trono del Sacro Imperio Romano Germánico en 1658, depositó el manuscrito en la Biblioteca Imperial de Viena y fue considerado como un admirable libro Annalium Mexicanorum (Anales Mexicanos), que hasta la fecha permanece ahí. Incluso, el famoso naturalista y viajero alemán Alexander von Humboldt tuvo la oportunidad de consultarlo en 1811.
El Vindobonensis es una larga faja o tira plegable integrada por 15 segmentos o piezas de piel unidas entre sí, que alcanzan una longitud de 13.50 m. La extensa tira se dobla o flexiona en forma parecida a un biombo, por lo que cada doblez conforma una "página" o "lámina". Las dimensiones de cada una de estas láminas son de aproximadamente 22 cm de alto por 26 cm de ancho.
El códice está pintado por ambos lados. No obstante, la sección que hoy consideramos anverso o lado 1 está cubierta de pictografías en 52 láminas, mientras que el reverso o lado 2 tiene únicamente 13 hojas pintadas; el resto no tiene imagen alguna. En el reverso hay dos cubiertas de madera que pudieran considerarse las "tapas" del códice, por lo que la primera lámina del lado 2 o reverso comienza propiamente en la hoja 2, ya que la primera está cubierta por la tapa de madera.
Cabe recordar que todos los códices mixtecos tienen el formato de biombo, y cada una de sus láminas está subdividida mediante líneas rojas pintadas que sirven para darle seguimiento a la lectura. Estas líneas rojas, o líneas guía, también se emplearon para determinar la composición de las figuras. En ocasiones, las imágenes se ajustan al espacio que queda entre una línea y otra, pero hay escenas de gran tamaño que no permiten la división en espacios, por lo que las líneas rojas no se pintaron.
Dependiendo del manuscrito (Nuttall, Bodley, etc.), las pictografías se pueden leer de derecha a izquierda o de izquierda a derecha, siguiendo el patrón de las líneas rojas pintadas en cada lámina. Estas líneas rojas no son continuas; a la mitad de cada hoja se interrumpen para dar paso a la secuencia de la narración. Es probable que cada pueblo o señorío haya establecido su propio modo de escritura. Por ejemplo, en el Códice Nuttall y en el anverso del Vindobonensis, las líneas rojas están colocadas de manera vertical, mientras que en el Colombino-Becker y el Bodley, la disposición de las líneas es horizontal. Esto podría deberse a las distintas épocas en que fueron realizados los códices o bien a diferencias regionales y estilísticas.
Es interesante señalar que los códices considerados más tempranos (como el Nuttall y el anverso del Vindobonensis) mantienen las líneas verticales, mientras que los códices más tardíos (como el Bodley) emplean el estilo de líneas horizontales. Sin embargo, un aspecto que aún falta por estudiar es la presencia de líneas horizontales en el Códice Colombino-Becker y en la parte reversa del Vindobonensis. ¿Hacia qué época, entonces, debemos ubicar a los códices?
Por ejemplo, desconocemos la fecha exacta en la que pudo realizarse el lado 1 o el lado 2 del Códice Nuttall (Hermann, 2008, p. 10). Si los eventos que se registran sobre la vida de 8 Venado pertenecen a los siglos XI y XII d.C., es probable que en una etapa posterior existiera la necesidad de legitimar el nexo o descendencia con este gran guerrero.
A mediados del siglo XIV, el linaje directo de 8 Venado llegó a su fin con la muerte del último gobernante de la segunda dinastía de Tilantongo, el señor 4 Agua, Águila Sangrienta, en el año 4 Casa (1341 d.C.). Algunos años después, los señoríos de Tilantongo y Teozacoalco fueron unificados por el señor 9 Casa, hijo de la señora 6 Caña, Serpiente de Plumas, hermana del fallecido 4 Agua. Es posible que 9 Casa buscara emular los grandes hechos históricos de su antepasado, lo que pudo motivar la elaboración del lado 1 del Nuttall, ya que 9 Casa también se convirtió en un gran guerrero y conquistador (1344-1355). Quizá durante este tiempo el códice cambió de residencia a Teozacoalco, donde se habría agregado la historia de sus gobernantes a principios del siglo XV, dando origen al lado 2 del códice.
Esta temporalidad resulta relevante, ya que estilísticamente el anverso del Códice de Viena muestra similitudes con el lado 1 del Nuttall. En un estudio reciente, Yanagisawa (2017, p. 197) propuso grupos estilísticos para analizar las semejanzas y diferencias que existen en los códices mixtecos. En el Grupo 1 colocó el anverso del Vindobonensis y el lado 1 del Nuttall; en el Grupo 2, el reverso del Vindobonensis y el lado 2 del Nuttall; y en el Grupo 3, las dos caras del Bodley y el Códice Selden.
Las semejanzas observadas en el Grupo 1, en cuanto a la representación de la figura humana, son convincentes, lo que sugiere que la fecha de manufactura del Códice Vindobonensis podría ser cercana o contemporánea a la del lado 1 del Nuttall. No obstante, Yanagisawa advierte sobre los peligros de fechar los documentos únicamente basándose en la temporalidad de sus contenidos y prefiere definir primero el estilo de cada códice antes de discutir la relación entre contenido y temporalidad (Yanagisawa, 2017, p. 206).
Desafortunadamente, hasta la fecha no se han llevado a cabo estudios basados en técnicas modernas de análisis, como la espectrometría (Domenici et al., 2020, pp. 62-65), que permitan conocer más sobre la composición de los pigmentos, los elementos utilizados en la base de preparación o las características de la piel del Códice Vindobonensis. Sin embargo, Yanagisawa (2016) realizó un estudio detallado del códice original y detectó una amplia gama cromática en la que destacan los colores rojo, amarillo, ocre, café, naranja, dos tonos de azul, púrpura, blanco y negro.
Por otro lado, Yanagisawa observó diversas calidades en las pieles o segmentos que conforman el códice. Las piezas que se emplearon para pintar las láminas 1 a 21 son más rígidas y acartonadas; los fragmentos de las láminas 22 a 31 son muy blandos, mientras que los segmentos de las páginas 32 a 52 presentan una textura uniforme, ni demasiado tiesa ni demasiado blanda.
A pesar de la importancia que tiene el Códice Vindobonensis, no solamente para la Mixteca en particular sino para Mesoamérica en general, y debido a que se trata de un relato único sobre las concepciones del origen del mundo plasmadas en los sistemas escriturarios del Posclásico, el manuscrito adolece de pocas ediciones y comentarios.
En efecto, el primer estudio más o menos amplio sobre el documento fue publicado en 1929 por Walter Lehmann y Ottokar Smital, pero sus marcos interpretativos estaban inmersos en la iconografía del Centro de México, por lo que sus comentarios no contemplan la religión o la mitología mixtecas que pudieran esclarecer los significados del códice. Por otro lado, si bien Alfonso Caso logró descifrar los contenidos históricos y genealógicos de muchos códices, no escribió ningún comentario sobre el Vindobonensis. El único estudio que realizó fue sobre la parte reversa en 1950, pero las 13 páginas que conforman esta sección están dedicadas a la genealogía de Tilantongo, por lo que el trabajo de Caso ayudó más bien a complementar la información que había publicado en el Mapa de Teozacoalco.
Sobre el lado anverso existen varios apuntes de Caso que fueron publicados en su obra póstuma Reyes y reinos de la Mixteca (1977), y también en algunos artículos, como en Estudios de Cultura Náhuatl (1963).
Si bien Nowotny (1948 y 1961-2005) publicó algunas observaciones y estudios sobre el Vindobonensis, nunca integró un análisis completo, aunque identificó algunas de sus secciones hoy ya ampliamente comprendidas.
La primera edición fotográfica del Códice de Viena se publicó en 1929 y fue reimpresa en 1963 y en 1974, con breves comentarios de Otto Adelhofer. Esta última edición fue publicada en la bien conocida colección de Akademische Druck, de Graz, Austria.
No es sino hasta 1978 cuando aparece, por vez primera, un nuevo comentario amplio y detallado del Vindobonensis, a cargo de Jill L. Furst, como producto de su tesis doctoral. No obstante, la autora no incluye en su trabajo el estudio de la parte reversa, por lo que fundamentalmente se dedica a analizar las 52 páginas del lado anverso.
Finalmente, en 1982 se publica en Países Bajos el primer comentario integral de todo el manuscrito, a cargo de Maarten Jansen. Se trató también de una tesis doctoral, donde el investigador propone un nuevo paradigma para el estudio del códice en el que toma en cuenta la tradición oral de los pueblos mixtecos contemporáneos.
El último comentario sobre el Códice de Viena apareció en 1992, en el marco de la colección de los 500 años del descubrimiento de América, publicado por el Fondo de Cultura Económica y Akademische Druck, con facsímil fotográfico del documento por Ferdinand Anders. La interpretación fue realizada por Maarten Jansen, pero a diferencia de su estudio doctoral, la explicación del códice en esta última edición fue demasiado sintética y descriptiva, con análisis someros y lecturas poco fundamentadas.
Posteriormente, Hermann y Libura (2007) publicaron una edición a color dirigida a jóvenes, con explicaciones breves y didácticas sobre algunas de las láminas principales del códice. De manera que, en los últimos 30 años, no ha vuelto a aparecer un estudio completo de este importante manuscrito.
Como ya hemos comentado, el lado anverso del Códice Vindobonensis aborda una historia primordial sobre el origen del mundo mixteco, en el que se representan las primeras acciones de los dioses creadores, personificados en las figuras de dos parejas de ancianos que están sentados por encima del cielo. Dentro de sus grandes obras se encuentra la invención del calendario adivinatorio y la fundación de los primeros sitios que darán lugar a los señoríos y asentamientos más importantes de la Mixteca. Las parejas primigenias también procrean a cuatro deidades que desempeñarán un papel destacado en el ordenamiento del mundo, y que serán los acompañantes de la deidad principal mixteca, el señor 9 Viento o 9 Tachi, quien llevará a cabo varias tareas y actividades que prepararán el mundo para la llegada de los sacerdotes y seres sagrados que nacerán en el árbol de origen.
Para Jansen (1998a, p. 37), el tema del Vindobonensis y su forma literaria (por ejemplo, el uso de difrasismos en el texto pictórico) indican que el códice sirvió como base para un discurso florido —un "parangón", como es llamado en las tradiciones mixtecas de hoy en día— que era pronunciado en ocasiones muy especiales, durante las cuales los orígenes dinásticos eran conmemorados de un modo ritual. De manera especulativa, el autor piensa que el manuscrito pudo haber servido en los rituales de entronización del último señor de Tilantongo antes de la llegada de los españoles, es decir, 4 Venado.
Si bien compartimos la idea sobre la naturaleza sagrada del manuscrito y la importancia del lenguaje ritual empleado por sacerdotes y gobernantes para acercarse a sus significados, pienso, en cambio, que el relato del documento es mucho más complejo que sólo un material de apoyo para un "parangón" (en los términos en los que Jansen define el término). En efecto, el discurso que compone toda la pictografía va más allá de una enumeración de acontecimientos en un sentido lato, pues existen relatos mucho más elaborados que se eslabonan dentro de una narrativa más extensa y que, sin duda, requerían un mayor tiempo por parte del intérprete para evocarlos adecuadamente.
En el códice es posible distinguir algunos mitos que permiten aclarar el origen de elementos trascendentales en la vida y religión mixtecas. Un ejemplo es el nacimiento del dios 9 Viento (láminas 49-48), en cuyo surgimiento interviene una nueva pareja de ancianos progenitores. Otro ejemplo es el mito sobre el origen del maíz (lámina 27), alimento básico mesoamericano que forma parte de las tradiciones míticas de diversos grupos prehispánicos y contemporáneos, de las que la Mixteca no podía ser la excepción.
El Códice Vindobonensis no articula todo su relato en torno a los hechos prodigiosos exclusivamente (como el nacimiento de los primeros hombres y mujeres del árbol primordial o la aparición del Sol), sino que incluye en su narrativa los periodos que los dioses establecen a través de las fiestas que se realizarán a lo largo del año. Es decir, las ceremonias que han sido interpretadas como ritos (Anders et al., 1992a, pp. 129-149), yo las interpreto como las cuatro principales fiestas del calendario anual mixteco. Son los dioses quienes instituyen las ceremonias que se realizarán durante el año, y ellos prescriben o determinan los rituales que deben efectuarse. Por lo tanto, los dioses, con su propia acción ritual, fijan las actividades que deben repetirse de manera infinita y que se encuentran representadas en el códice.
Las cuatro fiestas que considero esenciales en el calendario anual son las siguientes:
Este calendario de fiestas coincide, más o menos, con el que realizan diversas comunidades mixtecas aún hoy en día (López García, 2001; García Leyva, 2016, pp. 100-103), ya que en el calendario ritual mixteco se celebran tres o cuatro fiestas en las que la lluvia tiene un papel primordial.
Por lo tanto, el Códice Vindobonensis engloba un relato muy extenso en el que se registra la creación de muchísimos elementos que dan origen a los dioses, a los rituales, a los calendarios, a la geografía sagrada, a los señoríos, a los rumbos del universo, y a los ancestros fundadores de los linajes y pueblos.
De esta manera, las "secciones" o temas que se narran en el códice son las siguientes:
El Vindobonensis guarda semejanzas con el Códice Nuttall en lo que respecta a su modo de lectura. Las líneas rojas de ambos códices tienen un formato vertical, lo que permite que la lectura se realice en una sola hoja sin necesidad de regresar a la anterior. Un caso contrario es el Códice Colombino-Becker I, donde las líneas guía son horizontales y abarcan varias páginas contiguas.
El Vindobonensis comienza en la lámina 52, en el extremo inferior derecho, y su lectura debe continuarse hacia la parte superior de la misma lámina, siguiendo las líneas rojas hasta el lado izquierdo de la hoja. Este patrón es denominado bustrofedón, un movimiento en zigzag de derecha a izquierda, siguiendo el contorno de las líneas rojas verticales.
La paginación colocada en los extremos superiores de cada lámina es incorrecta. En realidad, la primera hoja del Vindobonensis, que es por donde comienza la historia, corresponde a la lámina 52. Para seguir la lectura del documento, se debe continuar por las láminas 51, 50, 49, 48, y así sucesivamente, hasta terminar en la lámina 1.
Por su parte, el lado reverso del manuscrito tiene la numeración en caracteres romanos (I-XIII). La lectura debe comenzar en la parte inferior derecha y continuar hacia la izquierda. En este lado, el patrón de las líneas rojas es horizontal, similar al Colombino-Becker, y cada lámina está dividida en tres secciones. Sin embargo, las líneas no son continuas, ya que dejan un espacio abierto en los extremos, lo que permite seguir el modo de lectura en bustrofedón.
La última lámina del reverso muestra la foliación "65. XIII", que indica tanto el número total de "páginas" que tiene el documento por ambos lados como la última lámina que corresponde a esta parte del códice. La línea superior de esta lámina está sin pintura, y en la parte central sólo aparecen los nombres calendáricos de los hijos del señor 2 Agua de Tilantongo.
Una de las diferencias notables entre los códices mesoamericanos y los documentos occidentales es la manera de organizar y plasmar la información. Mientras que los primeros deben leerse de derecha a izquierda, los segundos se leen de izquierda a derecha.
Por ello, en esta edición, las imágenes del códice se presentan por pares: la primera lámina aparece a la derecha y la siguiente a la izquierda. Por su parte, las interpretaciones de las láminas siguen el orden habitual de lectura occidental, de izquierda a derecha.